PARA REVOLUCIONAR LA VIDA, HAY QUE AMARLA
Texto: San Juan 11:45-57
Jesús es condenado a la muerte, y muerte de cruz. Las autoridades políticas y religiosas de su época no aceptaban a Jesús actuando en nombre del Dios de vida, su práctica pastoral incomodaba a los cómodos y acomodaba a los incómodos.
Los signos y prodigios que hacía dejaban en evidencia que el sistema religioso era caduco, estéril y distante de la novedad que traía Dios a través de Jesús, uno de los pobres de Nazaret; pues dicho sistema servía para legitimar el hambre y la opresión que realizaba a diario el Imperio Romano.
La muerte de Jesús es fruto de un complot de aquellos que se hicieron los ciegos ante los signos que hacía Jesús, y que se negaron a reconocer el rostro misericordioso de Dios en el de aquel carpintero. Esos hombres prefirieron el camino equivocado, negándose a redescubrir y sentirse fascinados por el Dios vivo y verdadero que Jesús acercaba a la humanidad.
La muerte de Jesús en la cruz no fue un acto de masoquismo, como muchos sermones dejan entrever cuando niegan la humanidad de Jesús. Sin embargo. los evangelios revelan que Jesús come, llora, se enoja, se ríe: se emociona como cualquier ser humano.
Él no quería ser torturado hasta la muerte. Es más, oró diciendo"Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya". Vemos constantemente a Jesús angustiado frente a la muerte. Esto sucedía porque él amaba la vida, por la consecuencia de su radical opción por el proyecto del Reino de Dios, por su amor a los más vulnerables; fue el resultado de ser cercano a los pobres y al servicio de la vida de los más desprotegidos de la historia. Pero en su muerte Jesús vence al imperio, a sus secuaces y todos los poderes de la oscuridad, porque el poder de Dios lo levanta de los muertos.
El Apóstol San Pablo en la carta a los Filipenses 2:5-11 nos alienta diciendo:
Tengan unos con otros los mismos sentimientos que estuvieron en Cristo Jesús:
Él compartía la naturaleza divina,
y no consideraba indebida la igualdad con Dios,
sin embargo se redujo a nada,
tomando la condición de siervo,
y se hizo semejante a los hombres.
Y encontrándose en la condición humana,
se rebajó a sí mismo
haciéndose obediente hasta la muerte,
y muerte de cruz.
Por eso Dios lo engrandeció
y le dio el Nombre
que está sobre todo nombre,
para que al Nombre de Jesús
se doble toda rodilla en los cielos,
en la tierra y entre los muertos,
y toda lengua proclame
que Cristo Jesús es el Señor,
para gloria de Dios Padre.
Muchos/as fueron, son y serán los/as que al igual que Jesús revolucionaron la vida, porque supieron amarla.
Por Casas de Oración y Reflexión de la Comunidad Dimensión de Fe, una Iglesia de todos y para todos... Of. Manuel Artigas 6989 - Capital Federal - República Argentina Tel. (011)39722935
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